Por negligencia médica, Jane acaba de perder a su hija nonata y decide empezar una nueva vida para poder lidiar mejor con el dolor. En cuanto conoce la estéril, extraña y modernísima casa del excéntrico arquitecto, Edward Monkford, decide que aquel nivel de control es exactamente lo que necesita en su vida y, dispuesta a lidiar con todas las ridículas reglas que implica vivir allí, se postula como candidata a inquilina.

Pronto cautiva a Edward, quien no solo se convierte en su estricto casero, sino también en su amante.

Lo que Jane no sabe, es que en las blancas paredes de su nueva residencia están manchadas de sangre, y que antes que ella, otra mujer rota ocupó exactamente su mismo lugar.

En cuanto me enteré que este libro llegaba a Argentina, mi reacción fue la obvia de cualquier amante del género:


Y no decepcionó para nada. Si bien las comparaciones eran pretenciosas y lo tildaban del hijo de Perdida (al que no supera) y La chica del tren (al cual le pasa el trapo en cuanto a agilidad, pero no en calidad narrativa), el libro está muy bien por sí mismo.

Es una lectura muy, muy, muy ágil y A-D-I-C-T-I-V-A. Simplemente, es un libro que no podés soltar. No importan sus puntos flacos o si algunas cosas te hacen ruido, es tan ameno, tiene TAN buen ritmo, que prácticamente se lee por sí solo, sin que te des cuenta.

Los capítulos están alternados entre "Antes", por Emma y "Ahora", por Jane. Y es una excelente maniobra, no solo por el drama que le brinda a la trama, sino porque a medida que avanza la lectura, te pone piel de gallina la cantidad de paralelismos entre las dos protagonistas, la forma enfermiza en la que su historia se repite. Desesperante. Bien logrado.

Narrativamente, el libro es bueno en el punto que ambas protas tienen una voz propia y característica. También logra crear una atmosfera interesante, opresiva pero limpia. Muy acorde a lo minimalista de la casa. Pero literariamente es algo pobre, es un libro totalmente comercial (lo que no tiene nada de malo en absoluto), y la calidad de narración es inferior a la de los libros con los que tanto empeño se lo compara.

Sin embargo, esto le juega a favor en agilidad y ese ritmo casi cinematográfico y adictivo del que ya les hablé.

Los personajes no tienen un súper desarrollo, pero son atractivos dentro atractivos y no defraudan. Cada uno cumple con el papel que se espera de él.

Me gustó especialmente que demuestran que el ser humano no es excepcionalmente bueno o excepcionalmente malo, sino que hay una amplia gama de grises en el medio y una persona puede ser ambas cosas.

Acá nadie es un santo, acá todos tienen intereses personales. De cierta manera y en distintas escalas, todos son capaces de mentir y manipular. Y eso está muy bueno.

El más interesante sin dudas es Edward. Sin lugar a dudas hay algo estrictamente mal en él, es obsesivo compulsivo del orden, dominante, manipulador e incluso violento. ¿Pero es realmente el villano de esta historia? Ese es el quid de la cuestión y lo que vamos a preguntarnos todo el tiempo.

Si me permiten hacer una comparación odiosa a mí también, yo diría que La chica de antes es muy Cincuenta sombras de Grey si Grey fuera un posible psicópata. (Queda a su criterio si consideran al Grey original un psicópata o no, jaja). Porque Edward es muy Christian en todo sentido.

Incluido el sexual.

Como puntos débiles, creo que llega un punto en el que el misterio se te hace obvio. Pero en su defensa, es bastante avanzada la novela.

También, para mis gusto al final tiene algunos golpes bajos innecesarios. Es como si el autor no quisiera perdonarles una a sus personajes.

Finalmente, me gusta el juego del título. No solo hace referencia a Emma, sino también a alguien más, y hay una carga emocional fuerte ahí. Especialmente porque Delaney (pseudónimo del autor ugandés Tony Strong) le dio algunos toques autobigráficos, según revela en los agradecimientos.

En fin, La chica de antes no es (ni pretende ser) una joya literaria. Es una novela rápida, pasatista y totalmente entretenida y adictiva. Tiene sus puntos flojos, como la mayoría de los libros, pero depara un buen momento y, para mí, vale totalmente la pena.

-Esto no es amor -digo espantada-. El amor no puede ser unilateral.

-El amor es siempre unilateral, Jane -replica con tristeza.