Últimamente más que nunca tuve la necesidad de volver acá, a mi blogcito, el que me vio crecer, el que me abrió las puertas a tantas cosas lindas (y feas, no se crean), el que me acercó a ustedes, porque pasaron y están pasando tantas cosas juntas.
Así que hoy, en mi comedor vacío de recién mudada, con un video de YouTube de fondo para que la soledad no me coma, tomando vino en un vaso para niños y, por algún motivo, reteniendo las lágrimas, vengo a contarles algo muy importante, incluso si del otro lado ya no quedan más que fantasmas.
(Si no sos un fantasma, decí hola. Si sos fantasma también, acá no discriminamos).
En la pandemia y los años que siguieron pasaron muchas cosas para todos. A mí me cambió la vida, perdí a muchos seres queridos que todavía lloro, pero también gané una libertad que no tenía hacía décadas y eso me inspiró TANTO que escribí tres libros, un guion, un millar de cuentos, me abrí a la hermanita de este blog, Vestida de fantasma. Escuché obsesivamente a Taylor Swift en caminatas eternas en la laguna y otros andurriales. Salí a bicicletear todas las nochecitas de otoño durante tres años escuchando a ErreWay y rock pop de los early dos mil. Me alejé de amigos, me acerqué a otros. Cerré este blog. Casi renuncio a mi trabajo varias veces, varias veces decidí quedarme también. Viajé por el mundo, viajé por el país, volví a lugares que amo, cometí el error de volver a lugares en los que fui feliz para descubrir la verdad obvia: no eran los lugares. También que lugares que idealizaba no eran para mí (holis, Londres). Pasé mucho tiempo con mi familia y con la iconic Pochoclo Alejandra, que está más malhumorada y bebé que nunca.
Descubrí personas nuevas a quienes amar (la vida siempre tiene personas nuevas a quienes amar, aunque no lo creas) y me olvidé literalmente de la existencia de otras. ¡Tuve sobrinos! Tengo cuatro sobris (sí, cuatro en tres años) que son mi mayor razón de vivir.
Y un día pasó, algunos editores se fijaron en mí. Y en mis libros desquiciados de pandemia.
Especialmente el editor de *toma aire con incredulidad eterna* Minotauro, que decidió que esta feria del libro, mi libro más personal, más adulto, más doloroso y desquiciado iba a ver la luz del día.
A partir de hoy, encuentran La quietud en la Feria del libro de Buenos Aires y la semana próxima en todas las librerías del país. A fin de mes estará llegando a Colombia, Perú y Ecuador. Y prontito a Uruguay, Chile y España.
No puedo creer que estoy escribiendo esto. Ustedes saben, incluso si definitivamente ya no hay nadie ahí leyéndome, lo que significa esto para mí. Durante más de una década me vieron expresar de la manera más honesta y vulnerable este deseo (muchos vienen y me lo dicen al felicitarme, y me DESARMAN de cariño y nostalgia), y estoy profundamente agradecida de que se haya dado, de que mi trabajo esté en tan buenas manos, de que alguien me haya leído y me haya considerado lo suficientemente buena. Todavía no lo creo. Y no voy a mentirles, estoy muerta de emoción pero también de miedo.
No se termina ahí, este sábado 4 a las 19 hs en la sala Tulio Halperín voy a estar charlando de terror y mi libro con gente MUY GROSA, PERO MUY GROSA (aún no está el anuncio oficial, pero guarden la fecha!) y el sábado 11 a las 15.30 hs voy a estar firmando en el stand de Planeta en la FIL. Vengan aunque no tengan el libro, quiero verlos, darles un abrazo, chusmear un ratito por los viejos tiempos.
Estoy llorando como una boluda, as usual.
No podía dejar de contarles, justo a ustedes, todo esto.
Gracias, incluso si nadie está leyendo :3